Bienvenidos queridos queluches a este post postergado, premeditado y varias veces desdibujado.
Lamento esta dulce espera.
No pretendo aburrirlos con mis vaivenes; intentaré no arrastrarlos a mis agonías esporádicas y sentimientos de libertad encarcelados. No lloraré mis penas, no compartiré recuerdos, ni aún aspiraré hallar respuestas que sacien tanta sed de estabilidad.
Mi cuasi perfecta armonía se disuelve cual castillo de arena que, creyéndose indestructible, enfrenta la furia del mar. Pobre iluso...
Comienzo a preguntarme qué tan sólidas son las bases de mis proyectos, de mis sueños. Definitivamente debería haber estudiado arquitectura.
Y aquí estoy... Ortega y Gasset, yo y mi circunstancia.
Y ayer fui ...
Temerosa de dar pasos en falso, de extrañar mi rutina y darme cuenta que he tomado el camino equivocado cuando apenas logre distinguir el contorno de aquello que dejé atrás.
Equilibrista en la delgada línea que separa mi pasado del futuro, contemplando posibilidades y renegando el punto final.
Y regreso a mi hoy...
a mis noches que, por momentos, se vuelven algo más que eternas.
Leo las últimas palabras de un libro que supo regalarme los días más hermosos. Guardo en lo más profundo de mi aquella satisfacción que sólo la buena lectura puede darnos.
Me descubro, me vuelvo a conocer, me pongo a prueba. ¿Miedo?
Ufff ¡Como nunca! ... me aterra estar a solas conmigo. De hecho, he buscado mil excusas para alejarme de mi pero, inevitablemente, vuelvo a encontrarme. Maldita Guía Tefi.
Pero en tanta búsqueda fallida, en tanto callejón sin salida y laberintos de segunda, he podido descubrir la clave de mi paz:
Definitivamente debo dejar de buscar...