lunes, 29 de noviembre de 2010

¡Pido gancho!

Marea calma vigilada por el flameo atento de una bandera celeste que decepciona a más de un entusiasta de las olas. Algo así como una boya esbelta que baila sola en el medio de un océano planchado. Boyando ella va…

Le Iba a suceder, irremediablemente. Los tropiezos reiterados no son gratuitos, ¿vio?. Te dejan las rodillas tipo pasa de uva, los codos machucados y el corazón rogando un “¡pido gancho!” a los cuatro vientos.

Lo juro, jamás le había sucedido algo por el estilo. Es de aquellas mujeres que, cuando caen, sacan la cantimplora de Coca Cola con Cafiaspirina - la espinaca de Popeye versión 2.0 - y siguen correteando montaña abajo al mejor estilo Heidi, pero farmacodependiente.

Eso terminó. Nadie logra ya agitar sus sentidos, nadie. La única emoción cuasi similar es toda aquella que implique conquistar un trozo del mapamundi y fundirse en el paisaje como estampa. ¿O por qué no el placer instantáneo de la primera cucharada de helado de chocolate amargo? Algo así como una orgía entre diez mil receptores gustativos y un utensilio que, cual caballo de Troya, infiltra en la boca edulcorantes, estabilizantes, conservantes, y sabe Dios cuántas otras cosas más.

Papilas caliciformes de fiesta = ¿Amor?.
Tan sencillo que era…


El equilibrio resurge con fuerza de titán, como un exiliado que regresa triunfal a la tierra que lo vio partir. Flamante se apersona ante cada impulso rebelde que pretende huir de ese estado de sedación inducido. Ella camina con la mirada clavada en el frente bajo un cielo a lunares que hoy brillan con la misma intensidad. Ella evoluciona, ella se transforma, ella es un ... ¿Pokemon?

Y de este modo transcurren sus días, engranajes indispensables para que la frase “tiempo al tiempo” surja efecto de una buena vez. Boyando ella va.


sábado, 13 de noviembre de 2010

Y ahora, el besito de las buenas noches...


Si yo le digo
quiérame, usted me pregunta “¿hasta dónde, mi coronel?”. Probablemente, haciendo uso y abuso de mi eterna ternura, responderé: “hasta la Luna, soldado”.

Así fue como, tiempo atrás, le pedí a mi Imposible que me quisiera “antes del viaje”. Esta exigencia temporal tenía una buena razón de ser: estaba a meses de despegar hacia mi amada Italia y ese hombre tenía la obligación moral para conmigo y la humanidad de quererme antes de partir. No era una sugerencia, ¡era una ORDEN!.

Desde que tengo memoria, colecciono ingeniosas respuestas novelescas para toda situación. Por ejemplo, confesé un “Te quiero” no correspondido. Con modestia, debo decir que fue un lanzamiento acrobático de la plataforma más alta de una pileta vacía de sentimientos. Ante el silencio reinante -momento en el que estrellé, en cámara lenta, mi cabeza contra el fondo de ese vaso a medio llenar - rematé con el especial afecto empalagoso que me caracteriza: “este es el momento en el que me decís´yo también´”.

He aquí la hipótesis que fundamenta de maravillas los orígenes de semejantes actuaciones pa(téticas)sionales:

En algún momento de mi ajetreada infancia, en esa aventura de exilio de la niñez y paso a la pubertad, sencillamenteme tragué al Topo Gigio. Desde entonces, este ratoncito italiano convive en mí, cual inquilino problemático, generando bullicio y revolucionando sentimientos que rogaban por un líder carismático que pusiera en marcha la rebelión de sensaciones.

Síganme los buenos” ordena Gigio a su pueblo, parafraseando al Chapulín y despertando en mi las actitudes más impulsivas.

Este roedor descarria
do no entiende de tiempos, pues lo sentimientos son aquí y ahora, blanco o negro, te quiero o no te quiero, me la juego o no me la juego, Pepsi o Coca-Cola (?). Con facilidad, se despoja de los miedos saboteadores y confiere simpleza cuando todo luce demasiado complicado como para siquiera animarse a intentarlo. Todo es “mucho” cuando Gigio está involucrado. Dejarlo actuar sin censura sería algo así como andar por la vida con el corazón en las manos.

El "Topo Gigio interior" es la personificación de aquellas locuras (y no tanto) que todos cometimos alguna vez por amor o sentimiento similar. Es la carta de 25 páginas de confesiones, son las horas que aguardaste ese mensajito que nunca llegó, son las lágrimas que desperdiciaste deshidratando al corazón, son los recuerdos que duermen entre las hojas de un libro que ya no lees, es el beso de sopetón, son las frenéticas mariposas que se estrellan contra las paredes del estómago cada vez que olés su perfume, es aquel maldito “te quiero” espontáneo que se desliza de tus labios y, dando volteretas en el aire, se desorienta respecto de la pista de aterrizaje.

En mi caso en particular, desde hace varios años, alquilo a Gigio una habitación en lo profundo de mi ser con oportunidad de compra a futuro, por lo que me despido de todos diciendo:

Y ahora, el besito de las buenas noches...

Y a la camita, a la camita...