El cambio de década puede resultar bastante traumático, sobre todo para aquellos que compramos el mismo celular que nos robaron por no poder acostumbrarnos a su ausencia.
Así es... los queluches tenemos esa extraña forma de comportarnos: de un día para el otro decidimos platinarnos pero somos incapaces de tirar aquella remera celeste que tan feliz nos hizo. 4 veces felices!
Nos escucharán decir - con una convicción casi inhumana - que "el cambio endulza la amargura de la cotidianeidad", pero puedo asegurarles, amigos míos, que usamos edulcorante. "Haz lo que digo, no lo que hago" diría una persona cuyo rostro comienzo a olvidar.
El señor "imprevisto" y todos sus allegados se han ganado un lugar privilegiado en nuestra lista negra. Casi sin darnos cuenta, creamos estructuras autocarcelarias y nos atamos a un guión de vida que aspira ser perfecto.
Siento decepcionarlos, queluches, pero la perfección es casi tan imposible como las 4 manos que alguna vez quise tener.
Habiendo superado esa aspiración utópica, comienzo a preguntarme qué me depararan mis 20 años. ¿Acaso aprenderé a abrir los sobrecitos de mayonesa sin ayuda? o, mejor aún, ¿Dejaré de ver "Cuidado bebé suelto" la quintuagésima novena vez que la repitan?
Debo reconocerles, queridos queluches, que esta ansiedad oxida mi estructura pero, extrañamente, comienza a atraerme la idea de
"que sea lo que tenga que ser".
9 de Septiembre, el cambio recién empieza ;)
ACTITUD QUELUCHE