Bienvenidos queridos queluches a un nuevo post en donde las palabras sólo estorbarían; donde las imágenes adoptan el maravilloso don de hacer viajar al intrépido lector y enloquecerlo con sobredósis de aromas, colores y sensaciones.
El norte argentino me ha robado el corazón. Una porción de mi aún camina senderos caprichosos y serpenteantes y se mimetiza junto a una flor esperando ser olvidada en aquello que tanto se asemeja al cielo.
Esa parte de mi olvidó ser, olvidó el deber, olvidó la esclavitud del reloj.
Se duerme al dulce compás de la brisa y despierta con la caricia de una llovizna, inofensivo néctar de vida.
Quiero enamorarte con mis recuerdos. Quiero obligarte a volar conmigo y perdernos allí, donde el cielo desvergonzado desnuda colores que sólo verás en la paleta del más loco pintor.
Te hago una invitación sutil a un mundo de ensueño,
dale... soñemos juntos, tu hogar sabrá esperar.
... Tu vida sabrá esperar.
Una explosión de un verde impenetrable me oculta entre sus hojas.
No dejes que me vean
... no quiero regresar.
Finalmente el tiempo me ha vencido; vuelvo a mis días en la gran ciudad.
No pienses que mi cielo esta triste. He sabido entender que
lo bueno de irse...
... es que siempre se puede regresar.
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